Ella estaba sentada en el suelo junto a la chimenea. ¡Niña ponte en la silla o te enfriaras! ¿es que no
sientes el frió?, le pregunto su madre señalándole el asiento. De todos, es bien
sabido que cuando los niños están absortos en alguna ocupación nunca tienen
frió.
Noelia recortaba papeles junto
al fuego y ayudada por él, pues según se movían las sombras de las llamas en el papel ella las dibujaba sobre las láminas, sus pequeñas
tijeritas de plástico rojo y metal iban surcando líneas iniciando la travesía. El zig zag de la tijera, animado
por la presión infantil de sus dedos pulgar y anular, recortaba el camino y
los árboles que las llamas hacían bailar como aire oscuro.
La lumbre del hogar despedía
amarillos, rojos y anaranjados rayos que se volvían azules al chocar con la
negra olla en la que algo burbujeaba.. Estaban crujiendo las ramas y la
imaginación de Carolina fue delineando una aventura con siniestros personajes que la atenazaban y perseguían, sus
tijeras excitadas corrían dibujando dientes amenazadores y amarillos.
Noelia estaba tan metida en su aventura que tras las medias estrellas de puntas afiladas su miedo nervioso la inquietó tanto que hizo llegar al caballero azul y le puso fin a la historia con un héroe fuerte y paternal que de un plumazo sopló y sopló y todos los papeles fueron a caer a la lumbre que los devoró.
Noelia estaba tan metida en su aventura que tras las medias estrellas de puntas afiladas su miedo nervioso la inquietó tanto que hizo llegar al caballero azul y le puso fin a la historia con un héroe fuerte y paternal que de un plumazo sopló y sopló y todos los papeles fueron a caer a la lumbre que los devoró.
Su madre sentada en la mecedora, sujetaba entre sus manos una suave pieza de tela aterciopelada a la que con maestría cosía una roja cinta de raso. Se hace tarde, dijo. Está todo preparado para la abuela en la cesta de mimbre. Tú tienes aquí unas gachas andaluzas, así no te dará hambre en el camino que luego... metes la mano en la cesta y... como mucho “para comerte mejor” te comes un terciopelo rojo a modo de postre. Venga come, ponte la caperuza roja y sal pitando!
280 gr. harina repostería
15 gr. cacao en polvo
1 cucharadita de levadura en polvo (Royal)
1 cucharadita bicarbonato
1/4 cucharadita sal
240 gr. leche con una cucharada rasa de
limón
1 cucharadita vinagre blanco
2 cucharaditas colorante rojo (American
color)
125 gr. mantequilla
275 gr. azúcar
2 huevos
1 cucharadita extracto de vainilla
Crema de queso:
600 gr. queso crema (tipo Philadelphia)
180 gr. Mantequilla a temperatura
ambiente
1 cucharadita extracto de vainilla
350 gr. azúcar glass
Yo siempre empiezo pesando y colocando todos los ingredientes en la mesa, en el orden en el que los voy a utilizar. Y con todo preparado empezaremos preparando tres mezclas distintas que luego uniremos en una única masa.
1- Comenzamos tamizando todos los ingredientes secos: la harina, el cacao en polvo, la levadura, el bicarbonato y la sal reservándolo todo mezclado en un cuenco o bol.
2- Preparamos el suero de leche casero (buttermilk). Para ello echamos en un vaso grande o cuenco el limón (una cucharada rasa) en la leche y la dejamos reposando unos 10 minutos. La leche queda como cortada entonces le añadimos el vinagre, el colorante rojo y el extracto de vainilla, y lo reservamos.
3- Ahora
ponemos en un bol grande la mantequilla
con el azúcar blanco y batimos hasta que haya blanqueado y la mezcla sea esponjosa. En este momento vamos añadiendo los huevo uno a uno. No añadiremos el
siguiente hasta que el anterior se haya incorporado totalmente. Batimos 1
minuto más después de cada huevo.
Ya tenemos nuestras tres mezclas
preparadas y ahora toca integrarlo todo; tomamos el bol grande donde teníamos la mezcla de la mantequilla y le agregamos, alternándolas y batiendo entre cada adición: en tres veces los ingredientes secos que teníamos
reservados y en dos veces los líquidos, comenzando y terminando con los secos.
Es decir ponemos: 1/3 secos – la 1/2 líquidos – 1/3 secos – 1/2 líquidos – 1/3 secos, mezclando cada vez que añadimos.
Es decir ponemos: 1/3 secos – la 1/2 líquidos – 1/3 secos – 1/2 líquidos – 1/3 secos, mezclando cada vez que añadimos.
¡Ya está lista la masa de
nuestros Red Velvets! En la bandeja metálica para
cupcakes o en flaneras, como es mi caso,
habremos colocado los moldes de papel y ahora tenemos que rellenarlos 2/3 de su
capacidad, de este modo no rebosan al subir.
Metemos la bandeja en el horno que habíamos
calentado previamente a 170ºC y a partir de los 25 o 30 minutos comprobamos que al insertar un
palillo éste salga limpio, cuando eso ocurra están listos.
Una vez fuera del horno los
dejamos enfriar en los moldes metálicos sobre una
rejilla durante unos 10 minutos. Pasado
este tiempo los sacamos del molde y los
dejaremos enfriar del todo sobre la rejilla para que no se humedezcan.
Preparamos el frosting o crema de
queso batiendo la mantequilla (a
temperatura ambiente) con el azúcar glass, la vainilla y el queso (recién
sacado de la nevera) hasta que se forme una crema suave y homogénea. Y ya solo
nos queda decorar con una manga pastelera y una boquilla estrellada.
Están tan ricos que enamoran ;)
Btrix
Dedico este post a mi profe y compañeros del coaching escénico.
Se donde voy, visualizo y voy llenando los huecos con estos ricos pastelitos...Jajaja!!
Saludos chicos
Dedico este post a mi profe y compañeros del coaching escénico.
Se donde voy, visualizo y voy llenando los huecos con estos ricos pastelitos...Jajaja!!
Saludos chicos
Te han quedado preciosos, y claro, seguro que buenísimos... como tus historias, siempre dejas con ganas de más. Besotes!!
ResponderEliminarMuchas gracias Libia!! los había hecho antes también en tartas, pero hasta ahora no los había subido. Están muy ricos!! besitoss
EliminarQué bonito relato y qué cupcakes tan preciosos y vistosos. Te ha quedado un post redondo =)
ResponderEliminarMe ha encantado.
Los red velvet siempre triunfan, y a ti te han quedado de escándalo. Se ven tan tiernos y ricos que me tengo que llevar uno ^^
Un besote!