Cuando estábamos bailando el tiempo pasaba sin darnos cuenta. Aquella pequeña academia de barrio se había convertido en nuestra tabla de salvación semanal.
Si realizas una actividad parecida nos entenderás, era como desconectar del mundo que nos rodea, un mundo lleno de inexpresividad e insensibilidad, donde la pasión, la alegría y la espontaneidad brillan por su ausencia, donde la rutina diaria nos esclaviza y nos alinea…
La vieja tarima de madera crujía bajo nuestros pies, las gotas de sudor corrían por mi espalda y sus brazos apretaban mi cintura, sus manos recorrían mis hombros y sus labios se posaban en mi cuello, haciéndome sentir la persona más sensual del mundo a cada paso.
La música sonaba y nos envolvía a todos los que estábamos allí, nos sentíamos unidos por un mismo deseo y nuestras sonrisas de placer iluminaban la sala. Pero cuando Eliana nos decía las palabras mágicas se creaban submundos privados que cada uno disfrutaba de un modo diferente.
La música sonaba y nos envolvía a todos los que estábamos allí, nos sentíamos unidos por un mismo deseo y nuestras sonrisas de placer iluminaban la sala. Pero cuando Eliana nos decía las palabras mágicas se creaban submundos privados que cada uno disfrutaba de un modo diferente.
Bailamos y rasgamos a cada paso las tupidas gasas que nos envuelven….. despliega tus brazos y deja entrar la luz, respira y tu pecho se hinchara llenándose de energía. Baila, corre, canta, escribe, cocina, explora tu mundo y busca aquello que te haga sentir. Aquello que te libere y que conecte el interruptor secreto que guardas bajo llave.
Muerde con fuerza el limón y despierta!!! Con su sabor, tus papilas se abrirán y romperás el momento de rutina y luego… seguro, que sonreirás, siempre se sonríe cuando muerdes un limón.
La música ceso y las luces se apagaron, Eliana cerró la puerta y dio dos vueltas a la llave. En la sala se instalaron el silencio, y la luz del luminoso y en el aire caliente, flotaba la ilusión.